SALAMBO
SALAMBO Crítica literaria gamberra, enloquecida y con mucho cachondeo de Salambó de Gustave Flaubert ¿Quién demonios pidió una novela sobre Cartago, dioses con hambre de sangre y sacerdotes más raros que un influencer que recomienda ayuno intermitente para camellos? Pues Gustave Flaubert, el mismísimo autor de Madame Bovary. Sí, el señor que se dedicó a hundirnos en el aburrimiento marital de Emma de repente dijo: “¿Y si en lugar de adulterios burgueses pongo elefantes aplastando gente, mercenarios enloquecidos y sacerdotes que hacen más sacrificios que un carnicero en rebajas?”. Y nació Salambó. Bienvenidos a una de las novelas más descomunales, sangrientas, exóticas y barrocas del siglo XIX. Y, al mismo tiempo, una de las más cómicamente absurdas si la lees con ojos modernos. Porque, vamos a ver: ¿qué clase de historia mezcla a una sacerdotisa virgen con un ejército de mercenarios borrachos, dioses que huelen a barbacoa humana y un collar que desata más guerras que Tinder...