LOS NOVIOS

 LOS NOVIOS 


                                                                                                                                                                                                                                                                                                         **Crítica literaria: "Los novios" de Alessandro Manzoni**
*(o cómo sobrevivir a la boda más larga de la historia)*


Ah, **"Los novios"** de **Alessandro Manzoni**… esa joyita de la literatura italiana que te hace sentir como si estuvieras leyendo las bodas de Caná pero en versión extendida, cortesía de una telenovela. Es el “Romeo y Julieta” de las historias de amor pero sin tanto veneno ni peleas épicas entre familias; aquí la guerra es contra el destino, los monjes pasivo-agresivos y unos bandidos que parecen sacados de un mal episodio de “La Ley y el Orden: Milán Edition”. Así que prepárate para una travesía por este inmenso océano literario, donde el amor se enfrenta a la peste, el mal y, lo peor de todo: ¡al narrador omnisciente que nunca se calla!


### **Una trama que arranca (y luego arranca otra vez)**


Primero, aclaremos que **Renzo** y **Lucía**, los susodichos "novios", no podían haber tenido peor suerte. El título del libro promete romance, pero la realidad es más cercana a un documental sobre todas las maneras posibles de NO casarse en el siglo XVII. Si alguna vez te has preguntado qué pasaría si quisieras casarte y el universo conspirara contra ti con más eficacia que tu suegra, este es tu libro.


Todo empieza cuando estos dos tórtolos planean su boda, pero se topan con un villano digno de una ópera bufa: el malévolo **Don Rodrigo**, un tipo que, siendo sincero, probablemente no tenía mucho que hacer más allá de ser malvado por deporte. Rodrigo se obsesiona con Lucía, porque... ¿por qué no? Ya saben, siglos antes de Tinder, si querías ligar, solo tenías que interponerte en la boda de alguien y listo. Y, en lugar de simplemente hacer un desplante romántico, como robar flores o tocar la mandolina bajo la ventana, decide ordenar al pobre cura **Don Abbondio** que no celebre el matrimonio.


Y aquí es donde empieza lo bueno, porque si pensabas que Renzo y Lucía podían resolver esto con un "bueno, pues nos casamos en otro pueblo", estás terriblemente equivocado. No. Esto es una odisea. Se van a separar, sufrir, cruzar el campo como si estuvieran en una especie de "Gran Hermano: versión medieval", con peste, bandidos, monjes perturbadoramente filosóficos y hasta un cardenal que parece ser el único que ha leído el guion de la película.


### **Los personajes: un desfile de inadaptados** 



Si bien **Renzo** es el protagonista masculino, es también un profesional del “hago lo que puedo con lo que tengo”. Es como si alguien hubiera decidido que este panadero era el tipo ideal para protagonizar una epopeya de amor. ¿Su plan brillante para casarse? Emborracharse y gritarle a medio pueblo. Y si crees que va a tener un desarrollo heroico digno de Frodo o Harry Potter, te equivocas. Renzo sobrevive más por pura suerte (y porque Manzoni no tiene otro galán a mano).


Luego tenemos a **Lucía**, que es tan virtuosa que podrías pensar que nació en una campaña publicitaria del Vaticano. Pero también es lo más cercano a un McGuffin humano: todos quieren algo de ella, pero ella solo quiere vivir en paz y coser sus cositas en un rincón, mientras el universo entero le estampa la puerta en la cara.


Mención especial a **Don Abbondio**, el cura más cobarde del hemisferio occidental. Este hombre, a quien le dan escalofríos solo de pensar en hacer su trabajo, es un ejemplo brillante de lo que pasa cuando tomas la frase "más vale cobarde vivo que héroe muerto" demasiado en serio. Su actitud ante la vida es una mezcla de "no es mi problema" y "voy a esconderme detrás de la Biblia".


¿Y qué decir del **Monje Cristóforo**? Este personaje, quien de alguna manera lleva una culpa interna digna de una novela rusa, decide que la mejor manera de redimir su pasado violento es... ¡metiendo más caos en la vida de Renzo y Lucía! Gracias, fray. Nada dice "paz y amor" como prender la mecha de un cohete emocional en medio de una peste.


Por supuesto, no podemos olvidar a **Don Rodrigo**, un villano que parece haber salido de un manual sobre "cómo ser despreciable sin ningún motivo en particular". Es el tipo de antagonista que ves y piensas: “Claramente tuvo una infancia difícil o simplemente es un sociópata con mucho tiempo libre”. Y claro, está obsesionado con Lucía porque... bueno, porque ella no quiere nada que ver con él. La típica.


### **Mensaje y moraleja: la vida es dura, pero la boda es más difícil** 


Si te quedas con algo de “Los novios”, que no sea solo el hecho de que el matrimonio en el siglo XVII requería más papeleo y evasión de obstáculos que una misión espacial. Manzoni nos está recordando, en su peculiar estilo de "¿cuántas calamidades puedo meter en una sola historia?", que la vida es una interminable lucha entre el bien y el mal. También quiere que sepas que, si te las arreglas para no morir de la peste, evitar ser raptado y mantenerte alejado de bandidos, podrías casarte... eventualmente.


El otro gran mensaje aquí es la **fe**. Sí, la fe. Porque para aguantar todas las peripecias de estos pobres desdichados, hay que tener más fe que un santo. La fe en que todo saldrá bien (algún día), en que Renzo no se va a emborrachar otra vez, en que el cardenal podrá arreglarlo todo con un discurso inspirador y en que **Manzoni** algún día terminará la novela.


### **El narrador: un compañero que no deja de hablar** 



Uno de los grandes problemas de "Los novios" no es ni Don Rodrigo ni la peste, sino **Manzoni** mismo. ¿Por qué? Porque el hombre no podía parar de narrar. Es como si estuvieras leyendo mientras él estuviera al lado diciéndote: "¿Ves lo que hice ahí? ¿Te das cuenta del simbolismo?". Con cada giro de la trama, hay una reflexión filosófica, una pausa para meditar sobre la naturaleza humana o un recordatorio de que todo esto es una gran alegoría sobre el destino y la voluntad divina. ¡Gracias, Manzoni, pero ya lo pillamos! Queremos saber si Renzo y Lucía van a lograr casarse antes de que nos salga una cana más de la cuenta.


### **Conclusión: el amor en tiempos del desastre (o cómo no casarse nunca)**


Al final del día, **"Los novios"** es como una montaña rusa histórica que, por algún motivo, decide detenerse cada cinco minutos para que reflexionemos sobre la vida. Renzo y Lucía son como esos personajes que te desesperan, pero no puedes dejar de seguir, porque, en el fondo, quieres que al menos alguien en esta novela tenga un final feliz. Y sí, lo logran, pero después de tantas penurias, la boda ni siquiera sabe tan bien como esperabas.


En resumen, si estás buscando una historia de amor donde todo salga bien, donde los personajes sean lógicos y el narrador te deje respirar, no leas este libro. Pero si quieres reírte de las desgracias ajenas y de la infinita capacidad del ser humano para arruinar algo tan sencillo como una boda, **Manzoni** te tiene cubierto.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                           -----------                                                                                                                                                                                                                                           **Relato: “Los Novios (pero en versión 2025)”** 


Renzo y Lucía llevaban meses soñando con comprarse un pisito. ¡Un pisito! Nada grande, claro, porque con sus sueldos de becario y camarera no llegaban ni para la caja de cerillas. Pero un piso al fin y al cabo, con dos habitaciones, una cocina que apenas cabía una sartén y un balcón que daba al patio interior donde el vecino de abajo cultivaba marihuana. Ah, y una hipoteca a 50 años que los ataría al banco hasta la eternidad. ¿Qué más podían pedir?


—Cari, lo he calculado —dijo Renzo una noche, después de pasarse todo el día jugando con un Excel—. Si no comemos fuera nunca, cancelamos Netflix, nos ponemos a criar gallinas en el balcón y vendemos el coche, igual podemos hacer frente al 5% del primer año de la hipoteca.


Lucía lo miraba con ojos brillantes, como si hubiera visto al mismísimo genio de Aladino. Lo amaba. Lo amaba tanto que hasta la perspectiva de alimentarse a base de arroz y pasta le parecía romántica. 


—¡Perfecto! —exclamó, y se lanzó a buscar en Wallapop algún gallinero de segunda mano.


Pero el universo tenía otros planes. Porque, a solo dos edificios de distancia, vivía el innombrable: **Rodri**, el típico malote del barrio que siempre había tenido un flechazo con Lucía. Nunca se había rendido. "¿Para qué rendirse?", pensaba Rodri, cuando podía molestar como si fuera su deporte favorito.


Rodri, que se había hecho broker de criptomonedas en el confinamiento, había decidido que la mejor manera de reconquistar a Lucía era estropearle el plan de vida con Renzo. Total, a él le sobraba el dinero, se compraba cafés de 5 euros en Starbucks como si fueran agua, y podía darle a Lucía "una vida de lujo". O, bueno, al menos un par de meses de cenas en sitios de sushi.


Así que Rodri, con su coche tuneado y la música a todo volumen, se presentó una tarde en casa de Renzo, justo cuando Lucía se estaba probando un vestido vintage sacado de Vinted.


—Lucía, deja al pringado ese y vente conmigo. Tengo contactos. Podríamos vivir en un ático con piscina... en Benidorm.


Lucía levantó una ceja.


—Rodri, no me interesa ni tu ático, ni tu coche que parece un Transformer borracho. Tengo un plan de vida con Renzo. —Y como si fuera un mantra, añadió—: ¡Vamos a tener gallinas en el balcón!


Rodri no entendió nada, pero antes de que pudiera contraatacar, apareció **Don Alvi**, el gestor del banco. Este hombre, con su cara de estar eternamente cansado y sus gafas de pasta, había decidido que ayudaría a Renzo y Lucía a obtener la hipoteca. Pero antes, los sometería a su ritual: “la lista interminable de documentos”.


—Os falta el certificado de ingresos de los últimos cinco años, el justificante de no tener deudas con Hacienda y una foto vuestra sosteniendo un cartón de leche, por si acaso.


Renzo, que estaba a punto de desmayarse, le echó un vistazo a Lucía y, suspirando, murmuró:


—Cariño, si sobrevivimos a esto, podemos con todo.


Rodri se fue refunfuñando, Don Alvi se llevó su carpeta de papeles y Renzo y Lucía… bueno, ellos siguieron adelante, firmaron la hipoteca y plantaron su primer huevo en el balcón.


Al final, con precariedad, malotes y todo, lo importante es que nunca dejaron de reírse.

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