MANON LESCAUT
MANON LESCAUT Manon Lescaut o la crónica del amor irracional: ¡Des Grieux pierde la cabeza y la cartera!
Para los que aún no hayan sido asaltados por la fiebre de Manon Lescaut, la historia sigue a un caballero de nombre Des Grieux, quien cae en las redes de una muchacha hermosa y oportunista: Manon. Juntos, estos dos crean un lío de proporciones épicas que incluye fugas, traiciones, vueltas y más vueltas de tornillo, para finalmente demostrarnos que a veces el amor romántico está tan fuera de lugar como un ventilador en el polo norte.
La trama: Cuando las malas decisiones son la norma
Todo comienza cuando Des Grieux, el típico joven sin un gramo de experiencia en la vida (y sin la menor intuición de lo que es una relación sana), se cruza con la deslumbrante Manon Lescaut. En el momento en que la ve, es como si le hubieran echado un hechizo que no lleva ni una pizca de racionalidad. ¿Hablar de ella? ¿Conocer sus gustos, su carácter, sus intenciones? ¡No! Este hombre es víctima de un flechazo a lo absurdo.
Desde aquí, todo se desmorona. La relación entre estos dos es un cúmulo de decisiones disparatadas: la muchacha, que tiene tanto sentido de la estabilidad como un elefante sobre una cuerda floja, no hace más que arrastrar a Des Grieux hacia un pozo sin fondo de caos y miseria. Y él, sin el menor sentido común, la sigue como si fuera su única fuente de oxígeno en un desierto.
Los personajes: Tan desatinados que inspiran lástima (y risa)
Des Grieux: El caballero protagonista es un caso perdido desde el principio. Con la cabeza llena de ilusiones románticas y una ceguera emocional digna de un concurso, Des Grieux no ve más allá de la sonrisa de Manon. Cada vez que ella lo traiciona o lo usa como su cajero automático personal, él lo interpreta como "cosas del amor". Y es que, para él, estar enamorado significa sacrificar absolutamente todo, incluida su dignidad. Si el loco amor romántico tuviera un rostro, seguro que sería el de Des Grieux, con una expresión de adoración bobalicona.
Manon Lescaut: ¡Ah, Manon! Si alguien merece el premio a la manipuladora del año, esa es Manon. Es una joven ambiciosa, y si para lograr su confort necesita pisotear el corazón (y el bolsillo) de su enamorado, pues ¡que así sea! Manon es pragmática, pero en su caso, esto significa que sus afectos fluctúan según el tamaño de la cuenta bancaria de su pareja. En otras palabras, se mueve entre la pasión y la indiferencia con la habilidad de un acróbata, balanceándose entre lo romántico y lo oportunista sin el menor rubor.
El hermano de Manon: El gran "coach" de la historia. Este hombre, sin ningún interés en los efectos secundarios del "romance" entre su hermana y Des Grieux, maneja la relación como un gerente de ventas, empujando a Manon a buscar siempre la mejor inversión. Gracias a él, Manon explora sus opciones en el mercado amoroso, y nuestro pobre protagonista queda como un barco a la deriva, esperando siempre que la próxima traición sea la última.
Argumento: Un amor que no pasa ni la revisión técnica de estabilidad
La historia de amor entre Des Grieux y Manon es cualquier cosa menos típica, pero aquí va la secuencia simplificada: el joven ve a Manon y en un segundo su vida entera se desmorona. Ella, por su parte, se da cuenta de que ha atrapado a un caballero enamorado hasta las trancas, lo que viene de perlas, pues su principal prioridad es vivir a todo lujo.
¿Qué decide hacer entonces Des Grieux? En lugar de correr en dirección contraria, el tipo abandona sus estudios, sus amigos, su sentido común, y se lanza tras ella, dispuesto a "rescatarla" de cada enredo (aunque no es Manon quien necesita rescate, sino él). Y así los vemos pasar por un rosario de situaciones bochornosas: él juega al héroe enamorado, y ella, a la víctima inocente que, sorpresa, siempre termina necesitando más dinero.
Cada tanto, ella lo abandona para correr tras otro hombre con más recursos, pero siempre deja la puerta entreabierta, por si acaso Des Grieux vuelve con nuevas ofertas. Y como estamos hablando de un hombre completamente absorto en el amor romántico más ciego, sufre, llora, ruega... pero siempre regresa.
¿Cuál es el mensaje?
Aquí el autor, el abate Prévost, parece sugerir que el amor puede conducir a una persona a hacer las cosas más absurdas e irracionales. Pero lo cierto es que Des Grieux está tan obsesionado con Manon que ni siquiera parece un hombre enamorado, sino más bien un masoquista profesional. Para él, sufrir en nombre del amor es la cima de la experiencia humana; para nosotros, lectores, es más bien una tragicomedia sin fin.
De alguna forma, este libro expone el lado oscuro del amor romántico. Manon Lescaut ilustra cómo una relación tóxica puede consumir a una persona, arrastrándola a una espiral de renuncias, pobreza y desastres. Y, al mismo tiempo, nos muestra la cara egoísta de un amor que no es más que deseo disfrazado, un interés que se va tan rápido como el dinero de un bolsillo roto.
La crítica: Un desamor a prueba de balas (o sentido común)
Lo divertido de esta novela es que, aunque trate de pintar un amor trágico, al final tenemos una historia tan rocambolesca que casi roza lo absurdo. Manon, lejos de ser una "dama trágica", es una maestra del timo emocional, y Des Grieux, un campeón de la ingenuidad romántica. Si alguien se dejara cegar tanto por el amor en la vida real, probablemente acabaría en una intervención de sus amigos... o con una cartera muy, muy vacía.
En conclusión: Manon Lescaut, una joya del disparate romántico
En el fondo, Manon Lescaut no es sólo la historia de un hombre enamorado y una mujer ambiciosa, sino una oda a lo irracional que puede ser el amor cuando uno deja de pensar. Nos recuerda lo peligroso que es idealizar a una persona hasta el punto de perder el contacto con la realidad y de cómo la obsesión y el amor pueden entremezclarse para producir un espectáculo tragicómico.
Así que, queridos lectores, la próxima vez que alguien te hable del "verdadero amor" o de cómo "el amor todo lo puede", recuerda la historia de Des Grieux y Manon. Porque si la tragedia griega nos enseñó algo, es que no hay nada más absurdo que el amor romántico llevado al extremo. O, al menos, nada tan entretenido de ver desde la distancia.
------------ Amor, likes y tarjetas rotas
Des Gri, joven universitario de 22 años, no tenía nada extraordinario salvo su capacidad para enamorarse perdidamente en un segundo. Un día, mientras hacía scroll en Instagram en medio de una clase soporífera, encontró a ManaMelliza, una influencer con más filtros que sinceridad. Ahí estaba, su futura musa: Manon Melisa, reina de los tutoriales de maquillaje y embajadora de un montón de marcas para las que jamás gastaría un centavo propio.
Des Gri, por supuesto, cayó redondito. La agregó, le dio like a cada foto, y en menos de tres días ya se había aprendido sus rutinas diarias de memoria. Se atrevió a enviarle un mensaje privado, y aunque era consciente de ser uno entre cientos de comentarios de "¡guapísima!" y "¡casémonos ya!", para él, aquello era amor. Y cuando ella respondió con un simple "¡Gracias, cielo!", Des Gri perdió la cabeza. ¡Era su oportunidad!
Poco después, logró invitarla a una cena. “Es todo a cuenta tuya, ¿verdad?”, dijo ella al instante. Por supuesto, él no dudó. Durante la comida, Manon apenas tocó su plato y se dedicó a posar y a tomar fotos de cada ángulo posible mientras Des Gri miraba embobado. Entre cada bocado, él no hacía más que preguntarse si aquello podría ser el comienzo de algo épico. "¿Y si yo soy su novio oficial? ¿Y si, en alguna foto, pone que estoy con ella?" Era un sueño.
Pasaron los meses y Des Gri fue acumulando suscripciones a gimnasios caros (para acompañarla en sus sesiones de fitness que ella nunca hacía), clases de yoga, y entradas a eventos de networking. Ella solo accedía a ir si él pagaba y la acompañaba, mientras ella lo etiquetaba como “un amigo simpático”. En sus posts, él era simplemente “#amiguito”.
A cada desplante de Manon, Des Gri caía más y más. Una vez, ella publicó una historia titulada “Quiero un viaje a París, ¿alguien me invita?”. ¿Quién corrió al banco a pedir un crédito? Por supuesto, Des Gri. Y allá fueron a la Ciudad del Amor, donde Manon subió historias y fotos sin parar, todas donde salía sola o al borde de la Torre Eiffel con un “#vidasueño” que, por supuesto, no incluía a Des Gri. Para él, ser el fotógrafo de todos esos momentos románticos era el súmmum del amor verdadero.
Pero el clímax llegó cuando Manon publicó una foto con un “nuevo novio” – otro influencer de gimnasio, bronceado y millonario. Des Gri lo vio como una señal de que el amor verdadero debía esperar y que, tal vez, si le demostraba cuánto la quería con otro viaje o con una cena aún más cara, Manon lo notaría. Fue entonces cuando su tarjeta se declaró en bancarrota y le negó el crédito.
¿Y Manon? Ella había pasado página, sin drama y sin remordimientos, buscando a su siguiente pagafantas. Des Gri regresó a casa sin nada más que una cuenta enorme y una colección de fotos de él cargando la cámara mientras ella sonreía feliz. Y aún se pregunta, desde su sofá, si la próxima vez será diferente.
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