LOS VIAJES DE GULLIVER
LOS VIAJES DE GULLIVER ¡Ah, los viajes de Gulliver! Si crees que esta es la historia de un buen tipo que viaja para conocer diferentes lugares, ¡te han engañado! Jonathan Swift no escribió esta obra para contarnos las vacaciones ideales, sino para hacer una crítica feroz a todo lo que se le cruzaba: desde la política hasta la ciencia, pasando por la raza humana en su conjunto. Así que prepárate para una travesía en la que Swift, sin miramientos, se burla de reyes, sabios y todo ser viviente, y donde a nuestro querido Gulliver lo tratarán peor que a la comida de una aerolínea de bajo costo.
Primer Viaje: Liliput o "Cuando eres el doble de grande que tu vecino"
Todo comienza cuando el bueno de Gulliver naufraga y termina en una isla habitada por unos seres microscópicos llamados liliputienses, los cuales, en vez de huir aterrados o simplemente saludar como gente normal, deciden atar al hombre a la arena, con una cuerda en cada cabello como si fuera una ballena varada. Gulliver, estupefacto, abre los ojos para descubrir que se ha convertido en un "gigante" y, claro, para los liliputienses, esto le convierte en una especie de monstruo con el tamaño de un edificio.
Lo gracioso es que estos liliputienses, que miden menos que una regla escolar, son obsesivamente detallistas y están metidos en unas guerras ridículas entre ellos, porque no se ponen de acuerdo sobre si el huevo se debe romper por la punta más grande o la más pequeña. ¡Ah, las grandes cuestiones de la vida! Y Swift aquí no está criticando a una isla de hombres diminutos, sino a nosotros mismos: a los humanos y nuestras peleas sin sentido, por causas absurdas. Así que imagina a Gulliver, este tipo de dos metros, obligado a andar con cuidado para no pisotear a sus “amigos” liliputienses, mientras observa las mismas tonterías de siempre: gente que grita y pelea por nimiedades, como los gobiernos cuando discuten qué lado de la tostada va primero.
Segundo Viaje: Brobdingnag, o "Bienvenido a tierra de gigantes (pero no tan listos)"
El siguiente viaje de Gulliver lo lleva a Brobdingnag, una tierra donde pasa justo lo contrario: aquí él es el liliputiense. Todos son gigantes, descomunales, de esos que miden varios metros y lo tratan a él como si fuera un pequeño muñeco. Para los brobdingnagianos, Gulliver no es otra cosa que una curiosidad. La reina incluso se lo lleva como mascota, porque para ellos, un humano pequeñito que habla es una especie de mascota ideal, tipo un hámster que declama poesía. ¡Qué adorables estos gigantes!
Lo más cómico es que cuando Gulliver intenta presumir sobre las bondades de Inglaterra, con sus guerras, sus nobles, sus comerciantes y sus políticas, el rey brobdingnagiano lo escucha con un ojo entrecerrado y una ceja levantada, como quien escucha al vecino que jura que su gato habla. Al final, el rey, con todo y su tamaño descomunal, tiene más cordura que cualquier gobernante de la época de Swift y rechaza todo lo que Gulliver le cuenta como pura barbarie. Y ahí tenemos la segunda crítica de Swift: nos recuerda que, cuando uno sale de su burbuja, muchas de nuestras costumbres son pura locura.
Tercer Viaje: Laputa, o "Viviendo en las nubes (literal y figurativamente)"
En su tercer viaje, Gulliver se topa con Laputa, una isla flotante habitada por un montón de científicos que están, digamos, bastante absortos en sus cosas. Y cuando digo absortos, quiero decir que estos tipos no saben lo que es la lógica. Están tan concentrados en sus proyectos que ni siquiera pueden hablar sin que alguien les toque la cabeza de vez en cuando para recordarles que hay otro ser humano ahí.
Imagínate el espectáculo: un montón de científicos obsesionados con resolver problemas absurdos (cómo sacar el sol en rebanadas o hacer que los hilos floten), en un lugar donde la comida se sirve con formas geométricas, porque, claro, en Laputa la ciencia no conoce límites… ni sentido común. Swift se burla aquí de los sabios que creen que sus experimentos son la cosa más importante del universo, mientras el mundo real se les escapa. Porque claro, ¿qué importancia tiene encontrar una cura para la peste si puedes, en cambio, inventar un piano que toque solo o un invento para enderezar los pelos de la barba?
Cuarto Viaje: El País de los Houyhnhnms, o "La dura realidad (de los caballos con mejor moral que nosotros)"
Aquí es donde Swift se pone serio, y la sátira se convierte en algo mucho más oscuro. Gulliver llega a una tierra habitada por los Houyhnhnms, unos caballos que, además de galopar con elegancia, tienen una moral, un sentido común y una inteligencia que hacen ver a cualquier humano como un aficionado. En contraste, los humanos aquí son llamados "Yahoos", una especie de brutos incivilizados y, claro, Swift no lo hace por casualidad.
Los Houyhnhnms viven en armonía, guiados por la razón, sin guerras, sin mentiras, sin traiciones. Básicamente, son la sociedad perfecta en la que todo se hace con lógica y, más importante, sin humanos. Gulliver se queda fascinado por la forma en que estos caballos han logrado construir una sociedad ideal, y en un giro tragicómico, acaba despreciando a su propia especie. ¿Qué nos quiere decir Swift? Pues que estamos más cerca de ser los “Yahoos” que los caballos nobles y civilizados. Para Swift, los humanos somos un desastre, un grupo de seres tan mezquinos que hasta los caballos lo harían mejor si gobernaran el mundo.
Conclusión: El gran espejo de Swift
A través de estos cuatro viajes, Swift utiliza a Gulliver como un espejo que refleja, exagera y deforma nuestros propios vicios y locuras. No le importa si habla de los liliputienses guerreros, de los brobdingnagianos gigantes, de los científicos despistados de Laputa o de los nobles Houyhnhnms; en todos los casos, su mensaje es el mismo: la humanidad no es tan maravillosa como le gusta pensar.
Swift es el tipo que va a la fiesta de gala en traje de payaso y les dice a todos que su atuendo es ridículo, pero en realidad, el suyo lo es mucho más. Y Gulliver, aunque empieza como un hombre curioso, termina siendo alguien que ya no soporta ni a su propia especie. Como si Swift nos gritara: “¡Despierten, son los liliputienses de este planeta!” Así que, cada vez que abrimos "Los viajes de Gulliver", podemos recordar que este libro no es solo una aventura divertida, sino una crítica mordaz y brutal hacia todo lo que creemos sagrado, sabio y justo.
Así que, la próxima vez que te sientas orgulloso de tu sociedad, piensa en el rey de Brobdingnag, rascándose la cabeza mientras escucha a Gulliver, o en los caballos Houyhnhnms mirándonos con lástima. En la visión de Swift, mientras nosotros nos dedicamos a discutir sobre las nimiedades más absurdas, en alguna parte del cosmos, alguien (o algo) nos observa y se ríe de nosotros.
--------------- Los viajes de Gulliver... versión siglo XXI
Imagina a Guille, un tipo común y corriente. Lleva gafas de pasta, está pegado a su smartphone y trabaja en una empresa de marketing digital. Tras una semana de reuniones interminables, con informes que nadie lee y diagramas que nunca entienden, decide hacer algo radical: desconectar. Pero en lugar de simplemente irse a una cabaña en la montaña, se apunta a un viaje en una app de “experiencias auténticas”. Una navegación a lo Robinson Crusoe, dice el anuncio, ¡ideal para desconectar del sistema!
Así que Guille se embarca en esta especie de “yate” de lujo para hipsters, y apenas sale a mar abierto, cae una tormenta. Su guía, quien claramente no era ni capitán ni marinero, da media vuelta con un flotador, y Guille queda a merced de las olas. Y cuando todo parecía perdido, despierta en una playa, bajo el sol abrasador, rodeado de… ¡una multitud de personas diminutas, armadas con mini espadas de palillos!
Primer Viaje: Liliput del siglo XXI
Guille ha llegado a Liliput, pero no es como Swift la imaginó. Aquí todos son microinfluencers que miden menos que un teclado de computadora. Apenas abren los ojos, estos liliputienses comienzan a fotografiarlo y subir selfies con él a sus redes sociales: #GiganteExtranjero, #BeachDay y #NuevoAmigo. Los liliputienses, no se sabe cómo, manejan mejor el algoritmo que nadie. "¡Sigue a GullibleGuille para más aventuras gigantes!" le tuitean a él, quien está tan atónito que no sabe si reír o salir corriendo.
Pero Guille descubre el lado oscuro: estos microinfluencers son expertos en guerras de cancelación. Las facciones están divididas entre los “Pro-PuntasAnchas” y los “DefensoresPuntasFinas”, ¡por el gran debate de cuál filtro se debe usar en las fotos de comida! Cansado de las guerras entre equipos “Vintage” y “Minimal”, decide hacer las maletas (bueno, su mochila) y huir antes de que lo etiqueten como #GiganteProblemático.
Segundo Viaje: Brobdingnag en tiempos modernos
Su segunda parada es Brobdingnag, donde, en una trama digna de redes sociales, él es el liliputiense. Aquí todos son… gigantes. Cada brobdingniano mide lo que una valla publicitaria, y su influencer principal es una tal “GiantaKim”. Guille termina de mascota en un reality show llamado Pequeños Humanos, Grandes Problemas, donde lo ponen a sobrevivir en una casa gigante, esquivando cucharadas de sopa tamaño jacuzzi y duchas como cascadas.
Los gigantes ven sus historias en Instagram con cara de asombro, como si fuera una especie de bichito que habla. Pero Guille pronto descubre la gran verdad: aquí nadie escucha. Los brobdingnianos son muy grandes, sí, pero solo hablan de sí mismos. Su único interés es acumular likes gigantes y coleccionar zapatillas del tamaño de coches. Así que, entre tantos “me encanta” vacíos, nuestro Guille decide largarse antes de que lo adopten como mascota permanente.
Tercer Viaje: La Isla de Laputa, actualizada
En su tercera travesía, Guille termina en la Isla de Laputa, una sociedad tech ultra avanzada, en la que todos están en sus propios dispositivos de realidad aumentada, con gafas y cascos imposibles de quitar. A primera vista, Laputa parece un paraíso techie, pero Guille pronto entiende que nadie se da cuenta de lo que pasa a su alrededor: están tan concentrados en crear un metaverso que se olvidaron del “verso” real. Aquí, la mayor innovación ha sido un botón de pausa para ir al baño sin perder conexión. Guille, agotado, escapa apenas puede.
Cuarto Viaje: El país de los HuHuHums, o los que lograron desconectar
Finalmente, Guille llega al país de los HuHuHums, un lugar de ensueño donde los habitantes son personas simples y felices, que pasan los días al aire libre, sin pantallas ni auriculares. No usan filtros, ni hashtags, ni necesitan seguidores. Guille los observa, asombrado, y piensa que, quizá, ellos tienen la vida resuelta. Pero cuando les cuenta del mundo exterior, los HuHuHums solo le sonríen amablemente y le ofrecen un coco.
Y así, Guille se da cuenta de algo esencial: el viaje perfecto es a veces desconectar de todo, y quedarse quieto un rato. Pero, claro, no sin antes publicar una última foto con los HuHuHums, #ParaMisFans. Porque una cosa es saber lo que está bien… y otra, renunciar a los likes.
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