EL VICARIO DE WAKEFIELD
EL VICARIO DE WAKEFIELD ¡Ah, El vicario de Wakefield de Oliver Goldsmith! Esa novela que parece un pastelito inglés perfectamente horneado, dulce en la superficie, pero que contiene unos ingredientes un tanto ácidos en el interior. Prepárate para una crítica completamente irreverente y desquiciada, digna del mismísimo vicario, que es a la vez hombre santo, esposo paciente y jefe de familia absolutamente distraído.
Trama: Una Comedia de Desgracias Familiares
La historia gira en torno a la familia Primrose, capitaneada por el vicario Charles, un hombre con más principios que sentido común, a quien la vida se empeña en vapulear de mil maneras posibles. A pesar de su fachada de serenidad y piedad, Charles lleva a su familia por una montaña rusa de desdichas, desde la ruina económica hasta el secuestro, el engaño y la traición, todo en nombre de la decencia y la moral.
La trama es simple y compleja a la vez. Básicamente, la familia pasa de la relativa comodidad a una serie de catástrofes en cascada. Y por “catástrofes” me refiero a un desfile de desgracias tan bien coreografiadas que uno se pregunta si el propio Goldsmith no tenía un toque de sádico. Que si perdieron la fortuna, que si sus hijas han sido ultrajadas (bueno, casi), que si a Charles lo meten en prisión por una deuda absurda. Todo esto mientras el hombre mantiene su sonrisa beatífica. ¡Ah, el poder de la negación!
Argumento: La Tragedia de un Hombre Bueno
La novela abre con una imagen de perfección: el vicario feliz con su esposa Deborah y sus hijos (quienes parecen criados en un jardín de moral victoriana). Pero esta imagen de revista de época no tarda en resquebrajarse cuando los Primrose son expulsados de su cómodo nidito gracias a las estafas del "amigo" Mr. Burchell (¡sí, resulta que todo estaba planeado desde el principio!). La historia podría parecer una tragedia, pero Goldsmith la convierte en una tragicomedia familiar donde todo sale mal y, sin embargo, se ríen de las calamidades.
El argumento progresa entre una sucesión de desgracias ridículas y giros absurdos de la trama que, en lugar de invocar lástima, provocan risas. ¿Cómo no reírse cuando el vicario, al enterarse de los "terribles males" de su familia, se limita a ofrecer un sermón? Este hombre cree firmemente que la moral lo salvará de todo, ¡aunque no le ha servido de nada hasta ahora!
Personajes: Un Zoológico Familiar en Clave de Comedia
Dr. Primrose: Nuestro héroe y la personificación de la ignorancia sublime. Dr. Primrose no es sólo un padre de familia, es una enciclopedia ambulante de principios caducos. Este hombre parece vivir en una burbuja de bondad infinita, donde el "ojo por ojo" y el sentido común no tienen cabida. Primrose es un personaje tan firme en su virtud que hasta lo empuja al desastre. Un ejemplo clásico de cómo el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones... ¡y de sermones!
Deborah Primrose: La esposa que no se queda atrás en cuanto a lealtad marital, pero que también padece un talento innato para el melodrama. Deborah parece vivir para mantener la decencia familiar y el estatus social, aunque esté en bancarrota. El valor que Deborah da a las apariencias raya en lo absurdo y provoca risas a montones; todo lo que le ocurre es un desastre social antes que personal. ¿Despojados de la fortuna? Da igual, siempre que los vecinos crean que siguen siendo respetables.
Olivia y Sophia: Las hijas del vicario, que, como todas las jóvenes en novelas de esta época, son bellezas con menos experiencia que una foca en un desierto. La pobre Olivia, la hija mayor, termina envuelta en un triángulo amoroso y es víctima de las manipulaciones de Burchell, alias el “héroe redentor” que acaba enredándola. Sophia es la hermana más sensata, aunque el listón no está muy alto, dado que se pasa la novela intentando esquivar líos mientras su hermana se sumerge en ellos como si fueran un deporte olímpico.
Moses: El hijo mayor, un personaje cómico que personifica la inocencia y la torpeza masculina en su máxima expresión. Moses es tan crédulo que uno se pregunta si vive en el mundo real. En una de sus aventuras, compra unas gemas falsas que ni siquiera un niño en un bazar se habría tragado como auténticas. Pero Moses, en su infinita ingenuidad, cae redondo y cree que ha hecho un "negocio de oro".
Mr. Burchell/Squire Thornhill: El manipulador. Es la mente maestra de todo el caos, y si bien al principio se muestra como el salvador, termina siendo el villano disfrazado. Su rol como el clásico noble libertino y tramposo es una joya. Squire Thornhill se divierte manipulando y mintiendo, convirtiéndose en el estereotipo de aristócrata sin escrúpulos. La ironía aquí es que su personaje refleja lo que Primrose cree aborrecer, pero que sigue tolerando en nombre de una moral distorsionada.
Mensaje: ¿Lección o Burla?
Goldsmith aquí da un golpe en la mesa. Uno podría pensar que el mensaje de la novela es sobre la importancia de la virtud y la piedad. Pero ¡nada más lejos de la realidad! Lo que la historia realmente muestra es el absurdo de la rectitud ciega y de confiar en que la buena conducta garantizará buenos resultados. El vicario de Wakefield es un retrato de cómo las buenas personas pueden ser aplastadas por la vida mientras otros, menos escrupulosos, bailan sobre sus ruinas.
La novela es, en el fondo, una burla a las convenciones de la época, una parodia de la idea de la virtud inquebrantable que nunca cede al sentido común. Es una comedia de costumbres llevada al extremo, en la que Goldsmith no oculta su escepticismo ante la piedad que todo lo justifica.
Un Éxito Familiar y Popular
Es curioso cómo una obra que parece una novela de aventuras moralizadora terminó siendo popular y apreciada como una lectura familiar. A pesar de toda su ironía y su humor ácido, El vicario de Wakefield fue vista en su época como una novela que enseñaba buenos valores, cuando en realidad es más una crítica punzante a la misma sociedad que la acogía.
La novela triunfa en popularidad precisamente porque es accesible, tiene un final feliz y deja una extraña sensación de consuelo. Charles Primrose es un héroe que a pesar de todo lo que pasa no se deja corromper, y eso resultaba atractivo en una sociedad que, quizás como la actual, estaba hambrienta de personajes genuinamente buenos, aunque fueran un tanto tontos.
Conclusión: Entre el Humor y la Tragedia
El vicario de Wakefield es una comedia de desventuras donde uno no sabe si reír o llorar. La historia de Charles Primrose y su familia está llena de personajes pintorescos que representan la inocencia, la astucia y la hipocresía. La trama podría parecer deprimente, pero Goldsmith logra convertir cada desgracia en una oportunidad para el humor. La historia es una sátira de las creencias idealistas que todos queremos mantener, aunque la realidad nos dé golpes por todos lados.
Así que, la próxima vez que necesites una dosis de tragicomedia, ya sabes dónde acudir. El vicario de Wakefield te espera, con sus sermones interminables y su familia al borde de la locura, para recordarte que a veces, reírse de los problemas es la única forma de enfrentarlos. ¡Y que, si la vida se empeña en estrellarte, al menos puedes caer con una sonrisa, aunque sea una sonrisa desconcertada como la de nuestro querido vicario!
------------ En el corazón de un barrio de las afueras de cualquier ciudad, vivía Don Primoso, el “vicario de Wakelandia”, un hombre que no era cura pero predicaba a sus vecinos como si cada rincón de la calle fuera su parroquia. Don Primoso era el clásico padre de familia ingenuo, creyente de las cadenas de WhatsApp y de que los buenos siempre ganan. Tenía un peculiar talento para resolver los problemas de todos… o, mejor dicho, para empeorarlos.
La historia comienza cuando el “vicario” decide que es hora de vender la casita familiar para comprar un “apartamentazo en el centro” y llevar a su esposa, Doña Deby, y a sus hijos al mismísimo corazón de la modernidad. ¿Qué podría salir mal? Pues absolutamente todo, porque resulta que Don Primoso cayó en la trampa de un influencer llamado “El Siniestro”, quien le prometió un piso de lujo a precio de chollo, y, como no podía ser de otra forma, se quedó sin casa y sin ahorros.
Así que ahí tenemos a la familia Primoso, apretujada en un minúsculo pisito de alquiler en Wakelandia. Doña Deby, que había soñado con un balcón donde colgar geranios y presumir ante sus amigas en Instagram, ahora se conformaba con una repisita para el microondas. Sus hijas, Oli y Sofi, tenían el humor por los suelos: "Papá, de verdad, ¿cómo se te ocurre fiarte de un tipo que firma sus contratos con emojis?". Pero Don Primoso insistía: “No importa, hijos, que el Señor ayuda a los buenos de corazón”.
Claro que el Señor, o más bien el destino, tenía otros planes. Porque justo cuando pensaban que no podía ir peor, apareció el primo Burchelo, ese “familiar lejano” que siempre cae de sorpresa y con pinta de tener algún negocio turbio. Burchelo les ofreció trabajo para “salir del apuro”, aunque no aclaró que el trabajo consistía en distribuir productos de dudosa procedencia en un mercado ambulante. Don Primoso, por supuesto, aceptó con entusiasmo: "¡Es una oportunidad de emprendimiento familiar!", proclamó.
La operación no duró ni dos semanas antes de que Burchelo desapareciera con las pocas ganancias y les dejara una deuda tremenda. Así que ahora no sólo estaban sin casa, sino que debían dinero y estaban a una orden judicial de ser desalojados… de su propio piso de alquiler.
Pero entonces, cuando ya parecía que la familia Primoso estaba destinada a mudarse bajo el puente de la autopista, Sofi tuvo una idea genial: “Papá, ¿y si contamos nuestra historia en redes? Lo vendemos como una serie, seguro que alguien nos hace una donación”. Y así nació “Los Primoso en Wakelandia”, un reality improvisado donde compartían sus desgracias. Para sorpresa de todos, el público los adoró: las desventuras de Don Primoso y sus sermones improvisados cada vez que algo salía mal se hicieron virales.
En poco tiempo, Don Primoso y su familia consiguieron donaciones suficientes para alquilar un lugar decente, e incluso Burchelo, el estafador, se contactó para pedirles perdón… por videollamada desde su nueva mansión en la costa. Con una sonrisa satisfecha, Don Primoso lo perdonó en directo. “¡Que el Señor le dé lo que merece!”, dijo, aunque todos sabían que lo que realmente quería decir era otra cosa.
Y así fue como la familia Primoso sobrevivió en Wakelandia, en un caótico, moderno milagro lleno de redes sociales, influencers estafadores y la buena suerte de quienes creen que, pase lo que pase, siempre se puede caer de pie… o al menos, con muchos “me gusta”.
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