LAS ALEGRES COMADRES DE WINDSOR

 LAS ALEGRES COMADRES DE WINDSOR 


                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                             Agárrate porque vamos a destripar con mucho humor *Las alegres comadres de Windsor*, esa comedia de enredo donde Shakespeare demuestra que amaba meter personajes en líos, revolverlos un rato y dejarnos riendo de las absurdas consecuencias. 


### Trama y Argumento: ¡Bienvenidos a Windsorlandia!


*Las alegres comadres de Windsor* no es precisamente *Hamlet*, pero tiene una deliciosa falta de solemnidad. Aquí Shakespeare nos lleva al pueblo de Windsor, donde la intriga y el enredo son el pan de cada día. Nuestro protagonista, Sir John Falstaff (sí, ese gordo, charlatán y fanático del buen beber que Shakespeare ya nos había presentado en *Enrique IV*), se muda a Windsor con un solo objetivo: hacer dinero fácil, ¡o al menos intentarlo! 


¿Cómo? Muy sencillo. Falstaff, en una brillante y desesperada “estrategia” para financiar sus juergas, decide enviar cartas de amor idénticas a dos ricas damas de la ciudad: Mistress Ford y Mistress Page. ¿Su plan? Seducirlas, que caigan rendidas a sus encantos y, en algún momento, aprovechar para meter la mano en sus billeteras. Pero, claro, si algo nos enseña Shakespeare es que quien juega con fuego, o mejor dicho, quien se mete con mujeres astutas, acaba chamuscado.


Cuando las casadas, es decir, Mistress Ford y Mistress Page, descubren que Falstaff les ha mandado cartas idénticas, deciden darle una lección. Y vaya lección. A partir de aquí, prepárate, porque la trama se convierte en un delicioso enredo de escapadas, escondites y mucha (pero mucha) vergüenza ajena para el pobre Falstaff. Por ejemplo, en una de las escenas más desternillantes, las damas lo esconden en una cesta de ropa sucia, y luego ¡zas! lo lanzan al río con todo y calzoncillos (que seguro no han sido lavados en un buen tiempo).


Mientras tanto, tenemos otra historia secundaria: el joven Fenton está intentando conquistar a Anne Page, la hija de Mistress Page, pero se topa con varios pretendientes impuestos por los padres de la chica. Entre el Doctor Caius, un francés con un acento que ni Shakespeare sabía escribir, y el estirado Slender, Windsor se convierte en el epicentro del caos romántico. ¿Shakespeare en plan telenovela? Absolutamente, y lo hace maravillosamente.


### Personajes: ¿Quién es quién en este circo de enredos?


**Sir John Falstaff**: Este hombre es un desastre con patas. Un caballero venido a menos, con barriga prominente y una autoestima que rivaliza con su sobrepeso. Falstaff tiene la rara habilidad de creer que todas las mujeres le adoran, pese a que solo busca su dinero. Su intento de seducción no es nada elegante, y el gran Falstaff resulta ser más patético que romántico. De hecho, la mitad del encanto de Falstaff radica en que el espectador se ríe de él, no con él. Su chulería va desmoronándose con cada enredo, y al final solo queda un hombre empapado, ridiculizado y sin un céntimo.


**Mistress Ford y Mistress Page**: Son las verdaderas reinas de la obra. Imagina a estas dos damas de la buena sociedad como las precursoras del “girl power” en Windsor. Astutas, inteligentes y absolutamente despiadadas cuando se trata de vengarse de un seductor de pacotilla. Para ellas, convertir a Falstaff en el hazmerreír del pueblo es un pasatiempo. Su complicidad y humor son el corazón de la historia, y Shakespeare parece disfrutar construyéndoles una personalidad mucho más rica y decidida que la de los hombres.


**Mister Ford**: El marido celoso por excelencia. Ford sospecha de todos, incluyendo a su propia sombra, y cuando escucha rumores sobre Falstaff intentando cortejar a su esposa, enloquece. Para añadir más enredo, Ford se disfraza para espiar y termina envuelto en uno de los enredos más absurdos que haya parido el teatro. A Ford no lo destruye el adulterio, sino su propia imaginación desbordada y celosa.


**Anne Page** y **sus pretendientes**: Anne es la joven en medio de un triángulo amoroso peculiar. Por un lado está el Doctor Caius, un francés que más que enamorado parece perdido, y por otro, Slender, el ejemplo perfecto de la ineficacia amorosa. Ambos rivales son impuestos por los padres de Anne, lo que convierte el cortejo en un proceso más administrativo que romántico. Sin embargo, Anne tiene sus propios planes, y decide casarse con Fenton, el hombre que realmente le gusta. Otra muestra de que las mujeres en esta obra llevan las riendas, pese a los desastres de los hombres.


### Enredos y Lecciones: Falstaff en la freidora social 



La obra explora temas como la hipocresía, los celos y, sobre todo, la torpeza masculina. Shakespeare utiliza a Falstaff como una caricatura de los excesos de la auto-confianza. Lo vemos saltar de un desastre a otro, cada vez más ridiculizado, y el público lo disfruta porque sabe que está recibiendo lo que merece. Al final, Falstaff se convierte en un emblema de la estupidez humana cuando va acompañada de arrogancia. Shakespeare deja claro que, a veces, los que se creen más listos terminan siendo los más tontos.


Por otro lado, Ford representa la naturaleza absurda de los celos. Su paranoia lo convierte en un bufón, y todo su espionaje no hace sino demostrar que los celos son tan destructivos como innecesarios. Al final, Windsor no solo se ríe de Falstaff, sino también de Ford y sus ridículos intentos de mantener a su esposa bajo vigilancia.


Y en cuanto a las mujeres, ellas son las maestras del juego. Shakespeare les otorga inteligencia, astucia y, por encima de todo, control sobre sus propios destinos. En una sociedad donde las mujeres estaban supuestamente limitadas, Mistress Ford y Mistress Page demuestran que la astucia y la creatividad pueden ser armas mucho más efectivas que la fuerza o la autoridad masculina.


### Mensaje: Que siempre haya comadres como éstas


En *Las alegres comadres de Windsor*, Shakespeare nos muestra que la comedia de enredo tiene su propia forma de sabiduría. Nos dice que aquellos que intentan manipular a los demás (como Falstaff) o aquellos que se obsesionan con sus propias inseguridades (como Ford) terminan siendo el chiste de su propia historia. 


También es un recordatorio de que la vida es mucho más divertida cuando no se toma en serio, y que reírse de los errores (especialmente de los propios) es una de las mejores maneras de vivir.


Y al final, Windsor no es solo un pueblo inglés cualquiera, sino un símbolo de la convivencia alegre, del disfrute de la vida y de la capacidad para sobreponerse a los conflictos con humor. 


### ¿Es Shakespeare un defensor del “Girl Power”?                                                                                                                                                                                                                                                      



Podríamos decir que sí. A través de Mistress Ford y Mistress Page, Shakespeare no solo les da voz y agencia, sino que las convierte en las verdaderas heroínas de la historia. Son ellas quienes orquestan el “castigo” para Falstaff, quienes se burlan de la vanidad masculina y quienes se ríen en la cara del patriarcado, al menos por un rato. 


Sin embargo, esta defensa de la mujer no es una lucha política en el sentido moderno; es una risa compartida, un “sabemos quiénes somos” que resuena entre estas dos mujeres fuertes y sus absurdos maridos y pretendientes. Mistress Ford y Mistress Page son, en última instancia, las que más disfrutan del enredo, y en un giro de ironía delicioso, son las que Shakespeare deja en lo más alto.


### En resumen


*Las alegres comadres de Windsor* es un canto al absurdo de la vida, al enredo como espectáculo y al arte de reírse de uno mismo. Shakespeare parece decirnos que, al final del día, todo el mundo es un poco Falstaff, un poco Ford, y tal vez, si tenemos suerte, un poco de Mistress Ford o Mistress Page. Nos muestra que nadie es perfecto, y que aceptar la imperfección propia y la ajena puede ser la clave para una vida alegre. 


¡Así que, querido lector, ríete de tus desastres y nunca te tomes demasiado en serio!                                                                                                                                                                                                                                                       ------------------                                                                                                                                                                                                                                                                ¡Allá vamos con la versión moderna de *Las alegres comadres de Windsor*! Imagínate a Falstaff convertido en un ligón de gimnasio y a las "comadres" listas para ponerlo en su sitio.


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### Las alegres comadres del gimnasio Windsor                                                                                                                                                                                                                                                                



Falstaff "el Gordo" era una figura conocida en el gimnasio Windsor Fitness & Spa. No tanto por su disciplina deportiva, sino porque, en vez de pesas, levantaba… sonrisas de ligoteo. En lugar de los abdominales de acero que prometía su camiseta ajustada (¡misteriosamente siempre dos tallas menos!), lucía una prominente barriga que, según él, era "puro músculo hibernado". Su táctica era clara: saltarse la rutina de ejercicio y entrar en la de "caza romántica". Para Falstaff, el gimnasio era un buffet libre de posibilidades.


Y así, entre abdominales y chismes, Falstaff detectó a dos nuevas "presas": Marina Ford y Paola Page, las reinas de los zumba-shake y del cardio-killer. Estas dos, en cuanto cruzaron la puerta del Windsor, vieron a Falstaff en plena faena: en lugar de las máquinas, él merodeaba cerca de las pesas, sonriendo como si de un conquistador se tratara. Decidido a probar suerte, el buen Falstaff sacó su móvil, revisó las frases motivacionales (¡esas que tanto le servían para el levante!) y les envió a cada una un mensaje privado:


*"Hola, guapísima, soy el coach del gimnasio. No es por nada, pero se te ve increíble en esas mallas. ¿Qué te parece una rutina especial, con un café post-entreno incluido?"*


Por supuesto, el mensaje iba decorado con todos los emojis imaginables: pesas, musculitos y corazones chispeantes. A la sorpresa inicial le siguió la risa y una idea de venganza tan clara como el cristal de los espejos del Windsor. Marina y Paola se intercambiaron los mensajes, y al ver que Falstaff había usado el mismo "verso" en ambas, decidieron que era hora de darle al ligón del gimnasio una dosis de su propia medicina.


La primera cita llegó dos días después, en el parque que quedaba al lado del Windsor. Marina había citado a Falstaff, prometiéndole que "quería ver su lado sensible". Él apareció perfumado y sudado (había hecho media sentadilla para "activar los músculos") y, cuando la vio, sacó su mejor sonrisa de galán.


—¿Así que quieres una cita con el grande Falstaff, eh? —dijo, haciendo un intento de flexión que solo evidenció la poca elasticidad de su camiseta.


—¡Claro! —respondió Marina con una sonrisa pícara—. Pero antes, necesito que me ayudes con mi bolsa, está llena de cosas pesadas.


La bolsa, una de esas de gimnasio con ruedas, no solo estaba llena, sino que pesaba lo suyo. Falstaff, galán hasta el final, la agarró y alzó con esfuerzo, lanzando un jadeo épico.


—¡Uff! Esto sí que es una pesa… ¿qué llevas aquí, ladrillos?


—¡Sí! ¡Los uso para fortalecer mis piernas! —respondió Marina, guiñando un ojo.


La segunda cita fue con Paola, en la piscina del gimnasio. Cuando Falstaff llegó con su mejor bañador y una actitud de Don Juan de las aguas, ella le pidió un favor: que la ayudara a encontrar sus gafas de natación en la piscina. Falstaff, creyendo que esta sería su oportunidad, se lanzó de cabeza al agua para impresionar.


Pero en lugar de encontrar gafas, salió envuelto en una cortina de burbujas y sin dignidad. Paola, desde el borde, lo miraba riéndose con todo el grupo de amigas que había venido a ver la "actuación".


La escena final fue en la sala de spinning, donde Falstaff, jadeante y totalmente expuesto, entendió que las comadres del Windsor no eran el blanco fácil que había imaginado. De vuelta en la recepción, Marina y Paola lo miraron con una sonrisita.


—¿Sabes, Falstaff? Para la próxima, intenta levantar pesas de verdad —dijo Paola, dándole una palmadita en la barriga—. ¡A lo mejor ahí consigues algo de músculo!


Y así, el ligón de gimnasio aprendió (quizás) que en Windsor Fitness no solo se levantan pesas, sino también buenos planes… para ridiculizar al más osado.

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