GUZMÁN DE ALFARACHE
GUZMÁN DE ALFARACHE
¡Ah, **el Guzmán de Alfarache**! Esa joya del Siglo de Oro que se empeña en ponernos los pelos de punta con tanta miseria, engaño y desengaño. Si alguien se levanta un día feliz, toma un buen desayuno, se siente optimista y luego decide leer a Mateo Alemán... ¡que se prepare! Porque con Guzmán, la alegría se desvanece como el dinero en el bolsillo de un pícaro. Pero vamos a ver, ¿qué demonios pasa en esta obra para que parezca que el propio Alemán estaba compitiendo por ser el rey del **pesimismo universal**?
Pues bien, vamos a hacer algo diferente. En vez de permitir que el negrísimo nubarrón de desgracias que es este libro nos aplaste, ¡nos vamos a reír de ello! **Sí, señor**, vamos a coger todo ese drama y lo vamos a convertir en el mejor "stand-up" literario de 1600. Porque, ¿acaso no es la vida un teatro, y Guzmán solo un actor pasándose de dramático?
### La trama (o cómo sobrevivir en un mundo más retorcido que un caracol con escoliosis)
El argumento de **Guzmán de Alfarache** es lo más parecido a un reality show del Renacimiento, versión "sobrevivir al hambre, a los estafadores y a los sermones moralistas". El pobre Guzmán, de origen dudoso, pasa de ser un niño rico a un pobre que no sabe si va a comer mañana o a robar un mendrugo de pan en la esquina. ¡Qué giro inesperado de la fortuna! Parece la telenovela de las 3:00 p.m., solo que con más azotes y menos filtros de Instagram.
La vida de Guzmán es una sucesión de infortunios: empieza con un padre que, de moral, tiene lo que yo de físico nuclear, y una madre que... bueno, mejor ni hablemos de la señora. Guzmán cae en la pobreza de una manera espectacular, como si hubiera saltado de un trampolín a la piscina vacía. A partir de ahí, lo único que vemos es un desfile de calamidades. Vamos, que si fuera una obra moderna, en vez de llamarse **Guzmán de Alfarache**, se llamaría **Guzmán, el que siempre se lleva la peor parte**. Y si no es por su habilidad para el **engaño**, la trampa y el timo, este muchacho se hubiera convertido en un bicho raro de exposición: "¡Miren, miren, el hombre que no ha comido en tres días y sigue siendo protagonista!"
Por suerte (para él, no para nosotros), Guzmán es un pícaro en toda regla. ¡Nada de moral! ¡Nada de escrúpulos! Y si hace falta vender hasta el último pedacito de dignidad, Guzmán lo hace. Con tal de no morirse de hambre, claro. En este sentido, Alemán nos muestra que la **supervivencia del pícaro** es un arte, ¡el arte de fastidiar a los demás antes de que te fastidien a ti! Es como si Guzmán estuviera en un videojuego de mundo abierto, y cada vez que superas un nivel, te dicen: "¡Enhorabuena, has avanzado a una peor miseria!"
### Personajes (o cómo Alemán inventó al equipo A... pero en versión losers)
El desfile de personajes que pasa por la vida de Guzmán no tiene desperdicio. Desde su padre ausente hasta el montón de estafadores, mercachifles y falsos amigos que encuentra en su camino, uno no sabe si reír o llorar. Pero como aquí estamos para reír, ¡vamos a darle a eso!
- **Guzmán**: El protagonista de este esperpento cómico-dramático. Guzmán es como ese amigo que siempre te cuenta lo mal que le va, pero tú ya no sabes si lo hace para dar pena o para presumir de lo ingenioso que es. Cada paso que da es un desastre, pero ¡vaya si lo cuenta con gracia! No hay estafa que no pruebe, no hay limosna que no mendigue y no hay moraleja que no nos dé en cada capítulo, como si fuera un predicador callejero. Guzmán se pasa media novela diciendo: "Bueno, chicos, la vida apesta, pero qué le vamos a hacer". Lo mejor es que, tras tanto sufrir, uno esperaría un poco de redención... pero nada. Guzmán sigue siendo un desastre humano, aunque un desastre con maña.
- **El Padre de Guzmán**: Un comerciante tan moralmente dudoso como su contable. Si Mateo Alemán quería darnos una lección sobre cómo no ser padre, **este señor lo logró con creces**. Su máxima parece ser: "Haz dinero a cualquier costo, y si tienes que engendrar hijos por ahí, pues mira, ya veremos". Vamos, el típico ejemplo de figura paternal que aparece en el Día del Padre con un telegrama que dice "Perdón, hijo".
- **El clero**: Un personaje colectivo que parece sacado de una sátira medieval. Estos curas no tienen nada que envidiarle a los timadores más curtidos. ¿Confesar tus pecados? Claro, pero con propina. ¿Comulgar? También, pero pasa por caja primero. Si Alemán hubiera escrito en nuestros días, estos clérigos estarían vendiendo criptomonedas en la parroquia.
### El mensaje (o cómo Mateo Alemán te dice que te vayas a la cama temprano, porque la vida es horrible)
¡Ah, el mensaje! Este es el apartado donde Mateo Alemán se luce como el mejor arruinador de fiestas del siglo XVII. Todo en el **Guzmán de Alfarache** parece decirte: "No importa lo que hagas, la vida es una sucesión de miserias, y si no te has caído hoy, espérate, porque mañana te tiran por las escaleras". Alemán es como ese profesor que te hace una disertación de tres horas sobre la inevitabilidad del sufrimiento humano mientras tú intentas no caer dormido.
Pero, ¡alto ahí! ¿No habíamos quedado en reírnos de esto? Claro que sí, porque detrás de tanta negatividad hay una verdad importante que, si la miras con la perspectiva adecuada, resulta ser tremendamente divertida. Guzmán se queja tanto que parece un meme andante. Imagina que tienes a alguien en tu vida que, después de cada pequeño inconveniente, suelta: "¿Ves? Te lo dije, la vida es un infierno". Pues eso es Guzmán. Y si lo miramos desde el punto de vista del humor, uno no puede evitar reírse de cómo **el pobre hombre** siempre parece estar en el lugar equivocado, en el momento más desastroso.
Mateo Alemán parece decirnos que la vida es un circo, y Guzmán es el payaso que siempre recibe la tarta en la cara. ¿Qué podemos hacer nosotros? Reírnos, por supuesto. Si la vida va a ser miserable de todas formas, al menos vamos a sacarle un chiste a cada caída.
### El optimismo en la miseria (sí, existe, y está escondido bajo una capa de mugre)
Guzmán es, en el fondo, un tipo optimista. Sí, ¡has leído bien! Porque, a pesar de todo lo que le pasa, sigue adelante. Lo pisa la vida, lo sacude el destino, pero **Guzmán no se rinde**. ¿Qué mejor símbolo de optimismo que ese? La verdadera lección aquí no es que la vida sea una m...iscelánea de desdichas, sino que, como dice el refrán: "quien se ríe, dura más". Y si alguien sabe reírse de su propia miseria, es Guzmán. Y nosotros, al leerlo con ojos de humor, también deberíamos hacerlo.
¡Vamos, Mateo! Que la vida no es tan seria como tú la pintas. O al menos, nosotros no vamos a dejar que lo sea.
### Conclusión (o cómo sobrevivir a la lectura de Guzmán de Alfarache sin caer en la depresión)
Si bien Mateo Alemán parece haberse propuesto convertir nuestra sonrisa en una mueca amarga, nosotros, **con la mirada afilada y el sentido del humor** bien plantado, podemos transformar el **Guzmán de Alfarache** en una obra de comedia. Al final, todo depende de cómo lo mires: si como un desfile de miserias o como una serie de situaciones absurdas que, en el fondo, **reflejan lo ridícula que puede ser la vida**.
Así que si te atreves a adentrarte en las páginas de este mamotreto pesimista, no olvides llevar tus gafas de humor, porque a fin de cuentas, **reírse del drama es la mejor manera de sobrevivir a él**. ¡Y si Guzmán puede, tú también! ------------------------
En pleno siglo XXI, **Guzmán de Alfarache** no es más que un tipo al que las redes sociales y la economía de mercado han llevado por el camino del "sálvese quien pueda". Nada de lamentos al viento ni pesares existenciales; **Guzmán** es ahora un verdadero maestro del **“vender humo”**, influencer de medio pelo y estafador digital. Si alguien pudiera encontrar una manera de vivir sin dar un palo al agua, ese sería él.
Nacido en una familia disfuncional de algún barrio periférico, Guzmán descubrió muy temprano que la vida es como un videojuego, pero con menos vidas extras y más anuncios publicitarios. Su padre, que se ganaba el pan vendiendo móviles piratas por internet, le enseñó desde chiquito que el futuro está en los negocios... aunque esos negocios tengan más de ilegales que de lucrativos. Su madre, por su parte, es una devota de esos cursos de coaching que prometen “empoderarte” con frases de Instagram y respiración controlada. Vamos, una familia ejemplar.
A los 20 años, tras su enésimo intento fallido de terminar la universidad (despistado por la promesa de hacerse rico desde casa con un clic), Guzmán decidió que lo suyo era el **arte del timo digital**. Así, lanzó su canal de YouTube: “El Arte del Engaño”, donde prometía enseñar cómo ganar 10 mil euros al mes con solo un portátil, una conexión a Internet y algo de cara dura. Sus vídeos consisten en un montón de palabrería vacía, con música épica de fondo, interrumpida por discursos sobre la **"mentalidad de tiburón"** y citas robadas de algún bestseller de autoayuda. Sus seguidores (víctimas potenciales) crecen como setas después de la lluvia.
Pero Guzmán no se queda solo en eso. Pronto se especializa en la venta de cursos falsos. En uno de sus hitos más destacados, lanzó la exitosa “Universidad del Engaño”, donde cobraba a los incautos por enseñarle a otros cómo vender lo que fuera: desde criptomonedas sin valor hasta esa suscripción a un gimnasio que nunca usarías. El truco, decía él, no era saber lo que estabas vendiendo, sino hacerlo con tanto aplomo que hasta tú mismo te lo creyeras.
Mientras tanto, en su día a día, Guzmán va saltando de chanchullo en chanchullo. Se le ve en cafeterías “co-working” con su portátil (que, obviamente, no es suyo), vestido con un traje que parece caro, pero que compró de oferta en una página china. Sus citas amorosas son con mujeres que encuentra en apps de citas, a las que promete una vida de lujos inexistentes a cambio de compartir Netflix (también robado).
Hoy día, Guzmán de Alfarache no es más que un hijo de su tiempo: un **auténtico maestro de la fachada**, un mercader de la nada. Si en el siglo XVII sobrevivió mendigando y robando, ahora lo hace vendiendo cursos online y "mentoría emocional". La picaresca no ha muerto, solo ha evolucionado... ¡y Guzmán está a la cabeza del pelotón!




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