LA JITANILLA

LA JITANILLA 


                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                              
¡Ah, **"La Gitanilla"** esa obra de Cervantes que nos deja con más preguntas que respuestas! Uno se sienta a leerla esperando gitanos bailando, chorizos en la plaza y aventuras picantes al estilo de las telenovelas, pero acaba con algo así como una versión renacentista de "Romeo y Julieta" cruzada con "La Casa de la Pradera". Y lo más extraño de todo: ¡Cervantes lo vende como si fuera una obra maestra de engaños, intrigas y amor puro! Vamos a desmenuzarla, porque aquí hay tela para cortar, y mucha.


### **La trama: el enredo de enredos**

Imagínate la situación: una guapísima gitana llamada Preciosa, que claramente ha robado el "nombre artístico" de una joyería barata, tiene a medio Madrid rendido a sus pies. Y cuando digo medio Madrid, me refiero literalmente a todos los hombres, perros y burros que la ven bailar o escuchar sus poesías (lo de poeta-gitana era como un combo renacentista ganador). Esta muchacha no tiene redes sociales, pero si las tuviera, te aseguro que sería influencer y sus vídeos de TikTok serían pura magia, con un millón de "likes" en menos de 24 horas.


Entonces aparece un galán llamado Juan de Cárcamo. ¿Qué podemos decir de Juan? Bueno, lo primero es que es un noble joven de la clase alta que, como todo buen caballero aburrido en su castillo, decide que la mejor manera de pasar el rato es **convertirse en gitano**. Porque, claro, en el siglo XVII eso de decir "me pido gitano" era lo más cercano a una crisis existencial.


Juanito, con una lógica que haría sonrojar a cualquier filósofo, decide que para conquistar a Preciosa, debe abandonar su vida de comodidades y vestirse con harapos. ¡Y no solo eso! Jura lealtad a la tribu gitana como si se uniera a un club exclusivo, pero en lugar de entradas VIP y cócteles, lo que consigue es bailar mal y robar gallinas. Si esto no es amor verdadero, no sé qué lo es.


Y así empieza nuestra tragicomedia renacentista: el noble queriendo ser gitano, la gitana queriendo ser noble, y todos los demás personajes corriendo de aquí para allá con la cabeza hecha un lío. Cervantes nos mete en un torbellino de giros argumentales que harían que incluso los guionistas de **"Juego de Tronos"** se rascaran la cabeza.


### **Los personajes: una pandilla variopinta** 


Cervantes aquí nos presenta a una panda de personajes que son, literalmente, más extraños que un grupo de turistas japoneses perdidos en una corrida de toros. Empezando, por supuesto, por nuestra querida Preciosa. Ella es la "perfecta gitana", que, además de bailar como una diosa, tiene un don para la poesía que haría que Lope de Vega llorara en silencio en un rincón. Si a Shakespeare le hubieran contado de Preciosa, habría tirado a la basura el soneto 18 y habría escrito uno nuevo titulado: "¿Eres tú o un gitano con Instagram?".


Luego está Juan, el héroe de la historia, aunque "héroe" es una palabra muy generosa para un tipo que no sabe ni robar una barra de pan sin ponerse rojo. Este muchacho lo tiene todo: es rico, guapo, noble, pero decide que la mejor manera de impresionar a una gitana es fingir que es uno de ellos. ¡Ah, la lógica renacentista, amigos! ¡Qué tiempos aquellos en los que podías cambiar de vida con solo ponerte una falda sucia y echarte un poco de barro en la cara!


El resto de personajes son, por decirlo suavemente, una colección de curiosidades. Están los gitanos, que en esta obra son básicamente los tipos más simpáticos y hospitalarios del universo. Olvídate de los clichés modernos sobre ladrones de bolsos y trileros; los gitanos de Cervantes son como una mezcla de monjes tibetanos con hippies de Woodstock. Roban, sí, pero lo hacen con tanto arte que casi da gusto que te quiten el bolso.


### **El mensaje: ¿de qué va todo esto?**

Uno podría pensar que Cervantes, siendo un hombre serio de letras y el autor del "Quijote", nos estaría preparando para un mensaje profundo sobre la naturaleza humana, la libertad, el amor o alguna de esas grandes cuestiones universales. Pues no, amigos. Aquí el mensaje es más confuso que las instrucciones para montar un mueble de Ikea.


¿Es "La Gitanilla" una crítica social? ¿Una oda al amor puro? ¿Un alegato en favor de la vida gitana? Lo cierto es que, si miramos con detenimiento, todo parece una gran broma de Cervantes. Se ríe de los nobles que quieren ser gitanos, de los gitanos que quieren ser nobles, de la gente que se enamora a primera vista (¡spoiler: Juan y Preciosa se ven una vez y ya están planeando la boda!). Todo el mundo está mintiendo, todo el mundo está fingiendo ser quien no es, y Cervantes nos mira desde el fondo de los siglos y nos dice: **"¿Qué os esperabais, almas ingenuas? ¡Así es la vida!"**


Pero, más allá de las risas, sí que hay un par de cosillas que podemos rescatar. Primero, que Cervantes no era ningún ingenuo; sabía que las apariencias engañan y que la sociedad está llena de farsantes. Y segundo, que el amor verdadero, ese que trasciende clases sociales y convencionalismos, aunque sea tan raro como encontrar un trébol de cuatro hojas, sí existe. Aunque en este caso, necesite de un gitano con más recursos que Netflix para resolver las cosas.


### **La resolución: el final que ni el guionista más loco vio venir** 



¡Ah, el final! ¡Qué decir del final de "La Gitanilla"! La historia llega a su clímax cuando descubrimos que Preciosa, en realidad, no es gitana. ¡Sorpresa! Resulta que es la hija perdida de un noble. Y aquí Cervantes nos lanza la última carcajada, porque todo este rollo gitano-noble queda, al final, en un "bueno, todos son ricos y felices, fin de la historia". Si esperabas un gran conflicto moral o alguna lección de vida profunda... ¡lo siento, lector! Te has quedado con las ganas.


El mensaje que queda es claro: no importa si eres gitano, noble, poeta o ladrón de gallinas, **lo importante es quiénes son tus padres**. Así que, si eres joven y estás en busca de tu verdadera identidad, olvida todo lo que te han dicho sobre el esfuerzo y el mérito propio. Cervantes lo tenía claro: lo que cuenta es tener la suerte de ser noble, aunque te disfraces de gitano por amor.


### **Conclusión: Cervantes, el trol literario**

Y así, entre bailes, robos y confusiones, "La Gitanilla" nos deja una enseñanza importante: **la vida es un escenario, y todos somos actores**, o al menos, gitanos de alma. Cervantes se ríe de todos nosotros mientras disfrutamos de este circo renacentista en el que nadie es quien dice ser, y la única verdad es que el amor puede ser tan impredecible como absurdo.


Así que, si te animas a leer "La Gitanilla", hazlo con la mente abierta y el sentido del humor afilado. Cervantes era un maestro del despiste, y aquí lo demuestra con una historia que, a pesar de su absurdo, nos hace reflexionar sobre lo ridículos que podemos ser cuando tratamos de impresionar a los demás. ¡Y si todo falla, siempre puedes unirte a una troupé gitana y vivir de la poesía y el robo de gallinas!                                                                                                                                                                                                                         -------------------------                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        **La InfluGipsy** 



Preciosa Pérez (sí, *Preciosa*, que sus padres tenían un sentido del humor peculiar) era la reina indiscutible de Instagram. Con 2 millones de seguidores, más filtros que un café colombiano y una tienda de ropa online llamada **"GipsyChic"**, no había nadie que no la conociera en las redes. No era gitana, claro, pero en el mundo de hoy, con un par de trenzas y un par de historias bien colocadas, te puedes reinventar en lo que quieras.


Tenía un estilo inconfundible: faldas largas, pendientes de aro gigantes, y vídeos de bailes imposibles que siempre comenzaban con su frase de cabecera: "¡Gente bella, el flamenco me corre por las venas!" Aunque, si la verdad se supiera, lo único que le corría por las venas era Red Bull.


Un buen día, mientras Preciosa hacía un directo enseñando cómo robarse el WiFi del vecino (todo en plan tutorial "gipsy life"), apareció Juanito Cárcamo, un pijo de manual. Era de esos chicos que llevan mocasines sin calcetines y se visten de polo hasta para ir al gym. No entendía nada de la vida gitana, pero, claro, al ver los millones de seguidores de Preciosa, le picó el gusanillo de la fama.


"Voy a hacerme influencer gitano", pensó, convencido de que era la mejor idea desde que decidió comprar acciones de una marca de croquetas gourmet para perros. Juanito se cambió el nombre en Instagram a **@JuanDeLaCalle**, se puso una camiseta desgastada de segunda mano y grabó su primer TikTok bailando flamenco (mal, por supuesto) en un parque público. Pero, ¡ojo!, lo hizo con tanto entusiasmo que, de alguna manera, logró captar la atención de Preciosa.


Un mensaje privado después, ya estaban chateando como si fueran amigos de toda la vida. "Oye, Juaaan, si quieres que te enseñe los truquitos gitanos, tienes que vivir como yo, ¿eh?", le escribió Preciosa con un emoji de luna y otro de corazón rojo, que para ella ya eran un sello personal.


Y así, el pobre Juanito, que hasta entonces pensaba que la "calle" era un lugar exótico que se veía desde el coche, se mudó a un piso compartido en Lavapiés con otros seis influencers wannabe, todos convencidos de que vivir al límite era no tener papel higiénico y hacer videos de ASMR * con bolsas del súper.


Entre tutoriales de "cómo robar un mechero sin que te pillen" y vídeos bailando sevillanas en las escaleras del metro, Juanito se fue enamorando de Preciosa. Pero había un pequeño detalle que ella aún no le había contado: en realidad, no era gitana. Era de Salamanca, hija única de un magnate del jamón ibérico. 


El amor, en tiempos de Instagram, sigue siendo una farsa entretenida.                                                 *Nota del autor :De relajación....para los no iniciados en "moderneces".

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