LAS MORADAS (CASTILLO INTERIOR)

 LAS MORADAS (Castillo Interior) 


                                                                                                                                                                       Querido lector desprevenido, si alguna vez te has preguntado cómo sería la vida si viviéramos en un castillo interior con más habitaciones que un hotel de lujo, entonces **Santa Teresa de Jesús** es tu guía espiritual en este alocado viaje. **"Las Moradas"** es su obra magna, o como diría cualquier persona normal, el equivalente a un mapa de carreteras hacia lo que podríamos llamar "el nirvana católico". Ahora bien, si esperas que el camino sea claro y directo, lamento decepcionarte: estamos ante un laberinto de pasadizos, trampas espirituales y una cantidad preocupante de puertas cerradas. Pero vayamos por partes.


### **El castillo interior: ¿Un hotel de cinco estrellas o una prisión medieval?**


Santa Teresa, con su asombrosa capacidad para la metáfora, nos presenta el alma como un castillo lleno de habitaciones, moradas las llama ella, lo que ya es una forma poética de complicarnos la vida desde el inicio. Porque claro, ¿quién necesita simplemente "ser mejor persona" cuando puedes **navegar por un castillo de siete moradas, cada una con sus propias trampas y desafíos**? Un genio de la complejidad. Y no cualquier castillo, no. Uno que parece diseñado por el arquitecto más retorcido de la Edad Media, con escaleras que no llevan a ninguna parte y habitaciones donde no te explican cómo entrar, pero que están llenas de **oración mental, éxtasis místicos** y un par de demonios para darle sazón.


La primera vez que escuchas hablar de este castillo, te imaginas algo majestuoso. Quizás un castillo de cuento de hadas. Pero en cuanto te adentras en las primeras moradas, te das cuenta de que, más que un castillo encantado, esto parece **un juego de escape room de lo espiritual**, y la única llave maestra es una paciencia infinita... o una tendencia natural hacia la flagelación mental. Sí, porque no puedes salir de una morada sin pasar por el sufrimiento propio de un alma que busca la perfección. Es decir, estamos hablando de una **especie de maratón de la autoexigencia espiritual**. Vamos, que si en algún momento pensaste que podías simplemente rezar un Padre Nuestro y ser mejor persona, ¡estás completamente equivocado! Aquí no se entra si no es con sufrimiento, lagrimitas y, por supuesto, una buena dosis de culpa cristiana. ¡Qué divertido!


### **Las moradas: Un Airbnb espiritual... pero sin Wi-Fi**


Pasemos a las moradas en sí. Las primeras tres moradas, o como yo las llamo, **"la zona de los principiantes"**, están diseñadas para aquellos que, como quien no quiere la cosa, deciden intentar eso de ser buenos cristianos. Aquí es donde la santa empieza a dejar caer la clásica frase de: “Oye, que esto no va a ser fácil”. La mayor parte del tiempo te la pasas sufriendo porque, según Teresa, el alma es un desastre; no sé si la conocía en persona, pero parece haber tenido una visión bastante clara de la mía. En esta primera fase, el alma se arrastra por los suelos del castillo, llena de imperfecciones y pecados como si hubiera salido de una fiesta de Semana Santa particularmente intensa.


Es en las siguientes moradas donde las cosas se ponen interesantes. **La cuarta morada** ya es otro nivel. Aquí no se puede entrar si no has pasado por varios momentos de crisis existenciales y probablemente unas cuantas sesiones de terapia. El alma comienza a experimentar "consolaciones" divinas, que, según la santa, son como una especie de placebo celestial: te sientes bien, pero no tanto como crees. Es como cuando te tomas un café esperando que te despierte, pero solo logras un ligero cosquilleo en el alma. Y ni hablar de la **quinta morada**, donde de pronto, Santa Teresa decide que lo que necesitas es ser una mariposa. Sí, no te sorprendas. Resulta que, según ella, en este punto el alma se transforma en oruga y luego, con la gracia divina, sale de su capullo convertida en un ser alado. Yo no sé tú, pero no puedo evitar imaginarme a la mariposa cayendo en picado al intentar volar entre tanta perfección divina.


### **Éxtasis, levitaciones y otros deportes extremos**



Ahora bien, si pensabas que lo más alocado ya había pasado, prepárate para las **sextas moradas**, donde el nivel de intensidad mística alcanza niveles olímpicos. Aquí es donde Santa Teresa se mete de lleno en **levitaciones, éxtasis** y esas experiencias que suenan muy divertidas para alguien que nunca las ha vivido. Imagina estar rezando tan profundamente que de repente te levantas del suelo, flotando hacia el techo. No sé tú, pero yo estaría más preocupado por no chocar con la lámpara que por sentirme cerca de Dios.


Santa Teresa nos describe estos éxtasis con una mezcla de miedo y fascinación, como si fuera algo que te puede ocurrir en cualquier momento. Y es que en estas moradas el alma ya no sabe si va o viene. Se siente arrebatada, tan cerca de Dios que casi se tropieza con Él. Es una especie de "locura divina" en la que pierdes el control de tu cuerpo, y si esto no suena como el último deporte extremo místico, no sé qué lo será. Imagino una versión medieval de Santa Teresa vendiendo entradas: “¡Vengan, vengan! ¡Leviten y alucinen! ¡Todo por la módica penitencia de un rosario al día!”


### **Séptimas moradas: El final del juego (y de tu cordura)**


Finalmente, llegamos a las **séptimas moradas**. Aquí ya no hay vuelta atrás. Estás tan cerca de la unión con Dios que casi puedes oler Su perfume. Santa Teresa lo describe como una especie de matrimonio espiritual, pero no el tipo de boda que te imaginas con flores y vals. No. Este matrimonio es una mezcla entre una experiencia profundamente íntima y un reto final que ni el jefe más complicado de un videojuego podría superar.


El alma, según Teresa, finalmente alcanza la paz absoluta. Bueno, al menos hasta la próxima tentación. En este punto, ya te has dado cuenta de que ser santo es un trabajo a tiempo completo y sin vacaciones. Teresa lo logra, claro, porque es Teresa, pero uno se pregunta cuántos lectores, después de pasar por este alucinante tour espiritual, se quedarán sentados en la puerta del castillo, sin fuerzas para entrar ni para salir.


### **Conclusión: Un viaje para almas valientes y lectores curiosos**


En resumen, **"Las Moradas"** es una obra fascinante... si eres del tipo de persona que disfruta con las complejidades espirituales, los éxtasis y las metáforas medievales. Eso sí, te advierto: si esperas un viaje placentero, este castillo no es para ti. Santa Teresa te arrastra, te levita y te sacude hasta lo más profundo del alma, y lo hace con una convicción tan firme que hasta te sientes culpable por no estar levitando tú también.


Así que, querido lector, si decides aventurarte en este castillo, **te deseo suerte**. Tal vez salgas de él convertido en mariposa, o tal vez simplemente termines con un buen dolor de cabeza. Sea como sea, el viaje valdrá la pena... o al menos será inolvidable.



Espero que esta crítica te haya sacado una sonrisa, ¡y que Santa Teresa me perdone por tanta irreverencia!                                                                                                                                                                                          ---------------------------------------------------------                                                        SIGLO XXI ,hoy si que se pasan moradas.


 ¡Ah, las **nuevas moradas** de Santa Teresa de Jesús en el siglo XXI! Si la Santa viviera hoy, seguramente no estaría fundando conventos, sino creando un perfil en Instagram para compartir sus meditaciones con hashtags como #ÉxtasisEspiritual o #SantoZen. Vamos, que Teresa sería una influencer de lo místico, con millones de seguidores devotos que harían fila no solo para la comunión, sino también para el nuevo curso de mindfulness que lanzaría en colaboración con alguna aplicación de meditación. 


La cuestión es que, en este siglo, la espiritualidad tiene que competir con TikTok, los reality shows y la inmediatez de Amazon Prime. Las "moradas" de Santa Teresa ya no serían aquellos palacios interiores que describió con tanta devoción, sino más bien unos pisos compartidos con cinco desconocidos, alquilados a precio de oro en las afueras de una gran ciudad. Porque claro, con los precios de la vivienda como están, ni los santos se salvan. El convento ha sido sustituido por apartamentos con paredes de pladur, donde el sonido de la lavadora es el nuevo canto gregoriano, y el wifi débil te conecta con el “más allá”... pero solo cuando carga bien el video de YouTube.


Los problemas laborales tampoco le pasarían desapercibidos a Teresa. El concepto de "vocación" ha mutado en el del "trabajo precario". Ahora, las novicias ya no tendrían la seguridad de un convento que las acoge de por vida. No, señor. Hoy estarían en prácticas, cobrando menos de lo mínimo mientras recitan el "Nada te turbe" en modo "loop" para calmar la ansiedad que genera la incertidumbre laboral. Eso sí, también habrían contratado un **coach** de productividad para aprender a gestionar mejor su tiempo entre la oración y los informes de Excel. Porque una cosa es la vida contemplativa, y otra muy distinta es sobrevivir en un mundo que te exige ser "multitasking".


Y qué decir de las relaciones. Las cartas a San Juan de la Cruz ahora serían mensajes de WhatsApp, llenos de stickers de santos y gifs de ángeles bailando. ¿Que hablar de la unión mística? Eso está bien, pero ¿y la unión de cuentas de Netflix con tu compañero de piso? Hoy en día, una "relación espiritual" incluye también decidir quién paga el recibo de la luz y cómo se organiza la compra semanal en el supermercado. Ah, y olvidemos la paz del convento: en el siglo XXI, las novicias tendrían que lidiar con las notificaciones constantes del grupo de chat de las hermanas, donde Sor María no para de mandar memes de gatos rezando y Sor Inés publica su plato vegano del día.


Santa Teresa tendría que adaptarse también a la cultura de las redes sociales, claro está. Se le haría un poco cuesta arriba al principio, pero rápidamente se convertiría en una estrella del "mercado del bienestar espiritual". Tendría un podcast titulado "Las Moradas 2.0", donde discutiría cómo alcanzar el séptimo cielo mientras haces la compra en el supermercado con un presupuesto ajustado. Eso sí, siempre con un toque de **mindfulness** y una buena dosis de ironía, porque en estos tiempos, la ironía es casi una virtud teologal.


En fin, Teresa de Jesús, en nuestra época, no solo hablaría de las moradas del alma, sino también de las moradas físicas: esas que no puedes pagar, que compartes con tres desconocidos y donde el silencio místico se rompe con el timbre del repartidor de comida a domicilio. Porque, si algo sabemos en el siglo XXI, es que "todo se pasa", pero el alquiler siempre sube. 


             

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